Una de las
ideas de Brey con respecto al conocimiento (o la ignorancia) en nuestra
sociedad, es que la acumulación exponencial de la información hace imposible la
existencia de sabios, que han sido sustituidos por los hiperexpertos.
Hiperespecializados en uno de los aspectos fragmentarios en que se presenta el
conocimiento, son partes de la masa ignorante en el resto de los saberes. Pero
como su conocimiento ha de ser productivo, el experto se transforma en un
trabajador proletario, que vende su conocimiento y lo adecua a los intereses del “patrón”,
dejando de lado la realización personal en esa actividad tan humana que ha de
ser el trabajo.
Si bien hay
quienes optan por “vender su alma al diablo” ante la promesa del bienestar
material y el poder que surge de la apropiación de un fragmento del saber, no
creo que pueda considerarse la regla general: está bien alertarnos ante esa
posibilidad, pero creo que la posibilidad de optar es propia del hombre.
Aunque la
realidad es alarmante, hay quienes
apuestan a la humanidad no totalmente perdida: encuentro mis referentes en
algunos autores que me han impactado.
Así, el
filósofo argentino Carlos Cullen[i],
como aporte de la Filosofía intercultural a la educación, plantea el tránsito “de
las competencias a los saberes socialmente productivos, políticamente
emancipadores y culturalmente inclusivos”, que voy a tratar de sintetizar a
continuación[ii]:
Actualmente se
postula una enseñanza “por competencias”, lo que implica centrarse más en los
sujetos que en los conocimientos o en las conductas, o sea que el conocimiento importa en relación a
lo que podemos producir y a lo que podemos actuar. Quienes saben resolver situaciones
ganan autoestima y responsabilidad. Ante este paradigma, Cullen percibe algunas
falacias:
· Confundir conocimiento con información e información
con mero “valor de cambio”, lo que implica
dos riesgos:
o Presentar el conocimiento descontextualizado
de sus contextos de producción y circulación”, lo que quiere decir que- si
es útil- podemos prescindir de la
necesaria relación del conocimiento con el deseo de saber y de las relaciones de este con el poder.
o Estandarizar las necesidades de aprendizaje
desde una estrategia etnocéntrica de pensamiento único que busca globalizar los
programas de estudio y las pruebas de evaluación para facilitar el ingreso
al mercado mundial.
· Confundir potencia de actuar con la
capacidad de resolver problemas dados y esta
capacidad con “mera adaptación y legitimación” o sea ideología. Actuar
es transformar y abrir alternativas porque un
problema insiste y persiste en las soluciones que vamos dando. En esto hay
también dos riesgos:
o Despolitizar la acción, cuidando solo la lógica
de medios y fines despojada de todo sentido ético- político.
o Reducir la noción de problema a la mera
demanda del mercado
· Confundir “dejarse interpelar por la alteridad en
cuanto tal”[iii] con la mera tolerancia a la diversidad y esta tolerancia con un “pluralismo”
discriminatorio. En este sentido, los riesgos son:
o Confundir
diálogo con negociación disimétrica
o Divorciar la subjetividad competente de las
identidades diversas, como forma de seguir colonizando desde supuestas jerarquías
culturales
Podemos leer hasta aquí muchas
coincidencias con las denuncias de Brey, sin embargo aparece una mirada
diferente a través de la ética. Dice Cullen:
La sospecha más fuerte es que las
competencias pueden ser, si no atendemos a estos elementos críticos, una
estrategia poderosa para depotenciar el saber de aquello que en última
instancia lo justifica, es decir, lo hace justo: la responsabilidad ante la
interpelación del otro en cuanto otro, es decir: la justicia.
Es central que no separemos las competencias
de saberes socialmente productivos, políticamente emancipadores y culturalmente
inclusivos, es decir, de mayor justicia, porque el problema que insiste y persiste
es la interpelación del otro en cuanto otro, el rostro del otro, que es el excluido
de la sociedad llamada del conocimiento, pero que es de la información con
valor de cambio, y de la aparente necesidad de competitividad, que es excluyente
y jerárquica.
Los saberes socialmente productivos, los que “modifican a los sujetos
enseñándoles a transformar la naturaleza y la cultura”[iv]
tienen que ser políticamente
emancipadores porque la transformación debe ser orientada a acabar con la
opresión. Y esto exige que sean culturalmente inclusivos, porque las identidades son
las que le ponen cuerpo a las
competencias.
Enseñar desde esta triple dimensión
– las competencias densas- implica que:
· Existe una
geocultura del pensamiento, o sea que se piensa desde un lugar y debemos ser capaces de
ponernos en lo que el otro piensa y me puede enseñar
· Las conductas se insertan en contextos de
significación cultural, cuya potencia las convierte en verdaderas acciones y permiten
liberar alternativas de humanidad incluyente
· Las competencias se justifican por algo
anterior a ellas mismas: la responsabilidad ante la interpelación del otro
Cullen desafía
a los educadores a enseñar de esta manera, apostando con esperanza a una mayor
justicia y RESISTIENDO CON INTELIGENCIA RESPONSABLE a la situación actual.
[i] Cullen,
C. “Entrañas éticas de la identidad docente”, BsAs, La Crujía, 2009
[ii] Los
fragmentos en cursiva son citas textuales
[iii] Hace
referencia al concepto de “responsabilidad” de Levinas que concibe nuestro
actuar en relación a los otros, en tanto otros o sea en la diferencia que los hace personas valiosas por lo que son y ante quienes tenemos
obligaciones como parte de la humanidad.
[iv] Grupo
APPEAL
Excelente aporte Mercedes!!!! Siempre que te leo aprendo un montón...Mil gracias
ResponderEliminarEs un gusto, Cecilia, poder compartir algunas ideas en este espacio que hemos ido conformando con tanto entusiasmo: gracias a ti por acompañarme.
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